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EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO 360

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¿Cómo integrar una evaluación 360 con los planes de desarrollo individual (PDI)?



Integrar una evaluación 360 con los Planes de Desarrollo Individual (PDI) no es solo una práctica recomendada, sino una estrategia transformadora cuando se aplica con inteligencia organizacional. La evaluación 360, por su naturaleza multidimensional, ofrece un mapa preciso de las percepciones que rodean al líder evaluado: jefes, pares, subordinados y autoevaluación. Por su parte, el PDI es la brújula que traza la ruta evolutiva del talento. Cuando ambos elementos se cruzan estratégicamente, la empresa logra un círculo virtuoso de mejora continua, alineación estratégica y crecimiento sostenible del capital humano.

1. Diagnóstico multidimensional como punto de partida El punto de partida de esta integración debe ser siempre un diagnóstico profundo y objetivo. La evaluación 360 ofrece una fotografía rica en detalles sobre el estilo de liderazgo, capacidades técnicas, competencias interpersonales, y también aquellas zonas ciegas que ni el propio evaluado reconoce. Un ejemplo real lo vivió una multinacional de consumo masivo, donde el 360 reveló que un gerente regional tenía una percepción propia elevada sobre su escucha activa, pero era evaluado negativamente por sus subordinados en esa misma competencia. Esta divergencia entre percepción interna y externa es oro puro para construir un PDI con sentido.

2. Priorización basada en brechas críticas La integración efectiva se apalanca en la identificación de brechas críticas. Una vez mapeadas las competencias evaluadas, se deben identificar aquellas en las que el evaluado presenta mayor desviación frente al estándar esperado o frente al promedio organizacional. Aquí, RRHH juega un rol esencial: traducir las brechas en objetivos de desarrollo claros. Por ejemplo, si la competencia de "influencia organizacional" tiene una calificación baja y es clave para su rol, debe figurar como un objetivo prioritario del PDI.

3. Personalización con foco estratégico No todos los PDIs deben estructurarse de forma estándar. La evaluación 360 permite personalizar los planes según el estilo de liderazgo, las expectativas de carrera y los retos del rol. Supongamos que una líder de área de innovación recibe un 360 que evidencia fortalezas en creatividad pero debilidades en gestión de conflictos. Su PDI debe enfocarse en desarrollar habilidades conversacionales difíciles, no solo porque es una brecha, sino porque, al evolucionarla, potenciará su capacidad de implementación de ideas en contextos de fricción.

4. Alineación con los objetivos de negocio Otro pilar crítico de esta integración es que el PDI no se diseñe solo desde lo conductual, sino que conecte con los objetivos estratégicos de la organización. Si una unidad está enfocada en transformación digital, y los líderes son evaluados bajo el 360 con resultados pobres en “adaptabilidad al cambio” o “gestión de equipos ágiles”, esas brechas no son solo personales: son estratégicas. Al integrarlas en el PDI, la organización alinea el desarrollo individual con el progreso colectivo.

5. Acciones concretas, medibles y calendarizadas Todo PDI debe tener acciones concretas que respondan directamente a los hallazgos del 360. Esto significa actividades como programas de mentoring, entrenamientos formales, sesiones de coaching ejecutivo, rotación por roles, lectura guiada, entre otros. Pero también deben establecerse indicadores de seguimiento y fechas de revisión. No se trata solo de declarar intenciones de mejora, sino de institucionalizar una disciplina de evolución profesional. En organizaciones de alto rendimiento, los PDIs basados en 360 son revisados trimestralmente y vinculados al proceso de gestión de talento.

6. Feedback continuo como mecanismo de ajuste Una integración eficaz entre evaluación 360 y PDI no es un evento aislado, sino un proceso vivo. Esto significa que, entre una evaluación 360 y la siguiente (que puede realizarse al año), el evaluado reciba retroalimentación periódica sobre su evolución. Algunas empresas incluso utilizan versiones simplificadas de 360 cada seis meses para validar si las acciones del PDI están siendo efectivas. Esta práctica genera accountability y permite recalibrar objetivos de desarrollo antes de que sea tarde.

7. Conversaciones de valor: la clave del cambio Ningún informe ni gráfico tiene más poder transformador que una buena conversación. Por eso, el momento de integrar los resultados del 360 con el diseño del PDI debe incluir una sesión uno a uno entre el evaluado y su líder o un coach profesional. En esa sesión deben explorarse emociones, resistencias, oportunidades y sobre todo, compromisos. El objetivo no es corregir por corregir, sino inspirar a crecer con propósito.

8. Casos de éxito en la integración Empresas como Google y Deloitte han desarrollado sistemas donde el feedback continuo y la evaluación 360 son fuentes primarias para nutrir los PDI. En América Latina, empresas como Bancolombia y Natura han logrado integrar estos sistemas como parte del ciclo anual de gestión del talento. En estos casos, la clave del éxito fue integrar tecnología, liderazgo consciente y una cultura de desarrollo permanente.

9. Tecnología como facilitadora El uso de plataformas como Worki 360 permite capturar, analizar y correlacionar datos del 360 con módulos de PDI, facilitando al área de RRHH generar recomendaciones automáticas, plantillas de desarrollo, y alertas de seguimiento. Esta integración entre evaluación y desarrollo no solo agiliza procesos, sino que fortalece la toma de decisiones basadas en evidencia.

10. Conclusión Integrar la evaluación 360 con los planes de desarrollo individual no es solo una buena práctica: es una ventaja competitiva. Permite pasar del diagnóstico a la acción, del dato a la transformación, y del feedback a la evolución real del liderazgo. En un contexto donde el talento es el principal activo, transformar la retroalimentación en planes de crecimiento individual es una responsabilidad estratégica de toda organización que quiera liderar el futuro.



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¿Qué errores comunes cometen los líderes al implementar un sistema de evaluación 360?



Implementar un sistema de evaluación 360 en una organización no es una tarea técnica, sino un acto de liderazgo estratégico. Muchas compañías inician este proceso con las mejores intenciones, pero caen en errores que, más que revelar oportunidades de desarrollo, generan desconfianza, desgaste emocional y rechazo al cambio. Comprender estos errores no es un ejercicio de crítica, sino un acto de prevención para que el proceso 360 se convierta en una herramienta de evolución genuina.

1. Implementar el sistema como una obligación y no como una convicción Uno de los errores más comunes es presentar la evaluación 360 como una herramienta de cumplimiento administrativo. Cuando los líderes comunican el proceso como una orden superior o como parte de un nuevo “sistema de control”, se rompe el vínculo emocional que el colaborador necesita para involucrarse de manera auténtica. En cambio, cuando se articula desde una narrativa de crecimiento, aprendizaje y corresponsabilidad, los participantes se sienten parte de una transformación, no víctimas de una auditoría.

2. No preparar emocionalmente al equipo La evaluación 360 toca dimensiones profundas: el ego, la identidad profesional, la percepción externa. Uno de los errores más frecuentes es iniciar el proceso sin antes preparar emocionalmente al equipo. Esto significa explicar con claridad los objetivos, beneficios, el tipo de feedback que se espera, y qué se hará con los resultados. Líderes que omiten esta etapa suelen enfrentar bloqueos, evaluaciones inauténticas o conflictos internos derivados de malentendidos.

3. No garantizar la confidencialidad de los evaluadores Uno de los pilares del 360 es la confidencialidad. Si los colaboradores sienten que sus respuestas pueden ser rastreadas, modificarán su feedback para protegerse, perdiendo el valor real del ejercicio. Algunas empresas han fallado en esto al usar plataformas inadecuadas o permitir que ciertos jefes tengan acceso sin filtros a los comentarios cualitativos. El resultado es devastador: desconfianza institucional y retroalimentación maquillada.

4. Usar el 360 como herramienta de castigo Hay líderes que implementan el 360 esperando confirmar sus sesgos sobre ciertos colaboradores. El error aquí es utilizar los resultados para penalizar a personas o justificar decisiones previas como despidos, exclusiones o cambios abruptos. Esta práctica anula por completo el espíritu de desarrollo de la herramienta. El 360 no debe ser un juez, sino un espejo. Un medio, no un fin punitivo.

5. Falta de seguimiento posterior a los resultados Otra práctica errada es entregar el informe de evaluación 360 y dejar al evaluado solo ante el documento. El impacto del 360 no está en los datos, sino en las conversaciones posteriores, en la creación de un plan de acción, en el acompañamiento que permite convertir el feedback en evolución. Líderes que no diseñan un sistema de seguimiento desperdician el 80% del valor de esta herramienta.

6. No formar a los evaluadores para dar retroalimentación El feedback no es una habilidad innata. Algunos evaluadores, sobre todo en niveles medios, pueden usar el 360 como una oportunidad para descargar frustraciones personales o ejercer micro-poderes. Sin una capacitación adecuada en lenguaje objetivo, juicio profesional y responsabilidad ética, los evaluadores pueden generar daño emocional o distorsionar el proceso. Una buena práctica es realizar talleres previos de retroalimentación constructiva.

7. Estandarizar competencias sin considerar el contexto Muchas organizaciones caen en el error de aplicar el mismo modelo de evaluación 360 a todas las áreas y niveles sin adaptar las competencias a las realidades funcionales o culturales. Por ejemplo, medir “visión estratégica” en mandos operativos puede generar ruido y frustración. O utilizar lenguaje corporativo abstracto que los evaluadores no comprenden. Es clave diseñar formularios relevantes, adaptados y específicos para cada segmento.

8. No alinear el 360 con los objetivos de negocio Un error estratégico importante es implementar el 360 como una práctica aislada de la estrategia organizacional. El liderazgo debe preguntarse: ¿Qué competencias necesitamos fortalecer para lograr nuestros objetivos de negocio? El 360 debe reflejar esas prioridades. De lo contrario, se convierte en un ejercicio decorativo, más vinculado al protocolo de gestión que al verdadero desarrollo organizacional.

9. Ignorar las dinámicas de poder En organizaciones donde existen tensiones políticas, rivalidades internas o estructuras jerárquicas muy marcadas, el 360 puede convertirse en un campo de batalla silencioso. Si los líderes no identifican y gestionan esas dinámicas previamente, el proceso puede amplificar conflictos, consolidar divisiones y distorsionar los resultados. Esto requiere lectura organizacional y un diseño ético del proceso.

10. Subestimar la carga emocional del feedback La retroalimentación, por más constructiva que sea, es emocionalmente desafiante. Escuchar que uno no es tan empático como creía o que no inspira confianza puede desencadenar reacciones defensivas, inseguridades o incluso rupturas internas. Los líderes que minimizan este impacto emocional fallan en brindar contención, contexto y acompañamiento. El 360 debe ser un acto de madurez emocional, no un trauma organizacional.

Conclusión La implementación de una evaluación 360 requiere mucho más que una herramienta tecnológica o un formulario bien diseñado. Exige liderazgo consciente, planificación estratégica y profunda sensibilidad humana. Evitar los errores comunes señalados no solo preserva la integridad del proceso, sino que potencia su capacidad de transformar equipos, elevar el liderazgo y construir una cultura de retroalimentación honesta y evolutiva.



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¿Cómo se gestiona la resistencia interna al implementar un sistema 360 por primera vez?



Cuando una organización decide implementar por primera vez un sistema de evaluación 360, se enfrenta no solo a un reto metodológico, sino a una profunda resistencia emocional, cultural y política. Esta resistencia no es casual: cualquier herramienta que expone la percepción colectiva sobre un individuo o líder, genera temores, cuestionamientos y defensas. Sin embargo, si esta resistencia se aborda con inteligencia organizacional, puede convertirse en un potente catalizador de transformación.

1. Comprender el origen de la resistencia El primer paso para gestionar la resistencia es comprender su naturaleza. Las personas no se oponen al 360 porque sí, sino porque sienten amenazas. Estas pueden ser amenazas a su imagen profesional, al statu quo jerárquico, a su autonomía o incluso a su estabilidad emocional. Otros resisten por experiencias pasadas mal gestionadas, por falta de confianza institucional o por temor a represalias encubiertas. Aceptar que la resistencia es legítima permite diseñar un abordaje empático y estratégico.

2. Construir una narrativa organizacional clara Uno de los errores frecuentes es lanzar el sistema 360 como una decisión técnica, sin construir previamente una narrativa convincente. La gestión del cambio comienza en el lenguaje. Es crucial que la organización explique qué es la evaluación 360, por qué se implementa, cuál es el propósito, qué beneficios traerá, cómo se protegerá la confidencialidad y qué no se hará con los resultados. Sin un relato claro y consistente, las personas llenarán los vacíos con sospechas.

3. Implicar a los líderes como patrocinadores del proceso Nada genera más resistencia que ver a los líderes al margen del proceso. Si los gerentes y directores no se involucran activamente en el 360, si no se autoevalúan ni promueven abiertamente el proceso, los equipos interpretan que se trata de una herramienta impuesta y no vivida. Un buen punto de partida es que los líderes participen en un piloto inicial y compartan públicamente sus aprendizajes. Esto modela una cultura de apertura al feedback desde arriba hacia abajo.

4. Identificar aliados naturales del cambio En todo proceso de implementación existen agentes de cambio internos: personas con credibilidad, apertura y disposición a aprender. Detectar e involucrar a estos aliados desde el inicio es una táctica clave. Pueden actuar como embajadores del proceso, facilitadores de diálogo y contrapeso a las voces críticas. En entornos complejos, incluso se puede crear un Comité de Feedback conformado por representantes de distintas áreas que acompañen la transición.

5. Implementar pilotos progresivos y medidos Lanzar el 360 a nivel organizacional de forma masiva puede amplificar el miedo y la resistencia. Es recomendable comenzar con un piloto en una unidad donde existan condiciones favorables: líderes comprometidos, clima de confianza razonable y madurez cultural. Esta experiencia permite ajustar metodologías, validar resultados y generar casos de éxito internos que sirvan como referencia para la expansión posterior del modelo.

6. Proteger la confidencialidad como principio no negociable Una fuente clave de resistencia es el temor a que el feedback sea utilizado en contra de los participantes. Por ello, la organización debe garantizar la anonimidad del proceso. Esto implica usar plataformas seguras, limitar el acceso a los comentarios cualitativos, segmentar los informes para evitar rastros y capacitar a los gestores para que manejen la información con ética. Si las personas perciben que sus voces están protegidas, se animan a participar con mayor autenticidad.

7. Formar en cultura de feedback antes del 360 Muchas veces, la resistencia nace de una cultura que no ha practicado la retroalimentación sistemáticamente. Lanzar un 360 sin haber desarrollado previamente la habilidad de dar y recibir feedback es como pedir a un equipo que hable un idioma que nunca ha aprendido. Por eso, es recomendable desarrollar previamente talleres sobre feedback, escucha activa, conversaciones difíciles y gestión emocional. Esto reduce la ansiedad colectiva y construye bases culturales para el éxito del proceso.

8. Crear espacios de diálogo durante la implementación La resistencia se gestiona conversando, no acallando. Es importante habilitar espacios donde los equipos puedan expresar sus dudas, inquietudes y objeciones. Escuchar activamente estos cuestionamientos, sin defensas, permite ajustar el proceso y demostrar que se valora la voz del colaborador. Una buena práctica es habilitar un canal interno de preguntas frecuentes, foros con RRHH o encuentros abiertos con los líderes del proyecto.

9. Fijar reglas claras de uso de los resultados Una gran parte de la resistencia se disipa cuando la organización establece normas claras sobre cómo se utilizarán (y cómo no) los resultados del 360. Por ejemplo: que no se vincularán con decisiones salariales ni despidos, que el feedback será entregado con acompañamiento, y que los evaluados tendrán derecho a responder o aclarar ciertas percepciones. Establecer estas reglas protege la integridad del proceso y disminuye la percepción de amenaza.

10. Celebrar las primeras experiencias positivas La cultura organizacional se transforma con símbolos. Si una persona reconoce públicamente que el 360 le permitió ver aspectos que desconocía, o si un equipo mejora su cohesión luego del feedback cruzado, esos casos deben visibilizarse. Celebrar las primeras experiencias positivas genera confianza social, valida el proceso y disminuye la resistencia en otras áreas. En otras palabras, las historias humanas vencen a los miedos estructurales.

Conclusión La resistencia interna a la evaluación 360 no debe ser combatida, sino comprendida y gestionada con inteligencia emocional y organizacional. Liderar ese proceso requiere escucha activa, claridad estratégica, integridad ética y coherencia en el ejemplo. Cuando la resistencia se aborda de forma madura, el 360 se convierte en algo más que una herramienta de evaluación: se transforma en un acto de evolución cultural.



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¿Cómo convertir los resultados de una evaluación 360 en un plan de acción concreto?



La evaluación 360 proporciona una gran cantidad de información, pero su verdadero valor reside en la capacidad de traducir esos datos en acciones concretas que impulsen el desarrollo personal y organizacional. Sin un plan de acción claro, el proceso pierde impacto y se convierte en un mero ejercicio formal. Convertir resultados en planes efectivos exige rigor, claridad y un enfoque estratégico que garantice el compromiso y la evolución.

1. Interpretar los resultados desde una perspectiva integral El primer paso es analizar los resultados del 360 considerando la diversidad de fuentes: autoevaluación, feedback de pares, superiores y subordinados. Esta panorámica múltiple permite identificar patrones, convergencias y divergencias. Por ejemplo, una discrepancia significativa entre la autoevaluación y la percepción de los demás puede señalar áreas ciegas o zonas de mejora prioritarias. Esta interpretación debe realizarse en conjunto con un especialista de RRHH o un coach certificado, para evitar sesgos y conclusiones precipitadas.

2. Identificar áreas clave de desarrollo Una vez interpretados los datos, se deben priorizar las competencias o comportamientos que requieren atención inmediata, considerando tanto su impacto en el rol como la factibilidad de mejora. Por ejemplo, si el líder presenta bajas calificaciones en comunicación y manejo de conflictos, pero fortalezas en gestión técnica, el plan debe enfocarse en habilidades interpersonales para equilibrar su desempeño. Esta priorización evita dispersión de esfuerzos y dirige la energía hacia resultados tangibles.

3. Definir objetivos específicos, medibles y alcanzables Los objetivos del plan de acción deben seguir criterios SMART (específicos, medibles, alcanzables, relevantes y con tiempo definido). Por ejemplo, en lugar de un objetivo general como “mejorar la comunicación”, se definirá “realizar sesiones de feedback semanales con el equipo durante los próximos tres meses para fortalecer la comunicación bidireccional”. Este nivel de concreción facilita la medición del progreso y el ajuste oportuno.

4. Diseñar acciones concretas y personalizadas Cada objetivo debe acompañarse de actividades específicas que respondan a la realidad del evaluado. Estas pueden incluir capacitación formal, coaching individual, mentoring, rotación de funciones o ejercicios prácticos en el día a día. La personalización es clave para que el plan no sea solo un listado genérico, sino un camino de desarrollo adaptado al estilo, necesidades y contexto del líder.

5. Establecer indicadores de progreso y mecanismos de seguimiento Para asegurar que el plan se cumple y genera impacto, es fundamental definir indicadores cuantitativos y cualitativos. Esto puede incluir encuestas de clima, evaluación de pares recurrente o autoevaluaciones periódicas. Además, se debe calendarizar reuniones de seguimiento con el coach o líder directo para revisar avances, desafíos y ajustes necesarios. La disciplina en el seguimiento convierte al plan en un proceso vivo y no en un documento olvidado.

6. Involucrar al líder en la construcción del plan La construcción del plan debe ser un proceso colaborativo. Involucrar al evaluado en la definición de objetivos y acciones promueve compromiso y responsabilidad. Además, se facilita la identificación de recursos internos y externos necesarios para el desarrollo, así como la detección de posibles obstáculos desde una mirada autocrítica y proactiva.

7. Integrar el plan de acción con el desarrollo organizacional Los planes individuales no pueden quedar aislados. Deben ser parte de una estrategia global de talento que vincule el desarrollo personal con la visión y objetivos de la organización. Por ejemplo, si la empresa apuesta por la innovación, los planes deben fortalecer competencias relacionadas, generando sinergias entre el crecimiento individual y el colectivo.

8. Comunicar el plan con transparencia y claridad Es importante que el plan sea comunicado no solo al líder evaluado, sino también a su supervisor y, cuando corresponda, a RRHH. Esta transparencia asegura que todas las partes estén alineadas, sepan qué esperar y puedan aportar apoyo durante el proceso. La comunicación clara también ayuda a evitar interpretaciones erróneas y genera confianza en el sistema.

9. Promover la flexibilidad y adaptación El plan debe ser un instrumento dinámico. A medida que se avanza, pueden surgir nuevas necesidades o cambios en el contexto organizacional que requieran ajustes. Esta flexibilidad es fundamental para mantener la relevancia y efectividad del desarrollo. Revisiones periódicas permiten incorporar aprendizajes y redefinir metas.

10. Asegurar el cierre y aprendizaje del proceso Finalmente, cuando el plan ha concluido su ciclo, se debe realizar una evaluación final para medir el impacto. Más allá de indicadores cuantitativos, es importante recoger percepciones del líder y su entorno para identificar aprendizajes y áreas futuras de mejora. Este cierre fortalece el ciclo continuo de feedback y desarrollo, cimentando una cultura de evolución constante.

Conclusión Convertir los resultados de una evaluación 360 en un plan de acción concreto es la piedra angular para transformar datos en desarrollo real. Requiere un enfoque estratégico, una mirada personalizada y un compromiso constante con la mejora. Las organizaciones que logran este paso consolidan líderes más conscientes, equipos más cohesionados y resultados organizacionales más sólidos.

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¿Qué aprendizajes pueden extraerse al comparar evaluaciones 360 de varios periodos?



La comparación de evaluaciones 360 realizadas en distintos periodos ofrece una oportunidad invaluable para observar la evolución del liderazgo, identificar tendencias de desarrollo y ajustar las estrategias de talento de manera más precisa. Este enfoque longitudinal transforma la evaluación 360 en una herramienta dinámica y estratégica, que va más allá de una fotografía puntual para convertirse en un sistema de monitoreo y mejora continua.

1. Identificación de tendencias de mejora o retroceso Al comparar resultados de evaluaciones 360 en diferentes momentos, es posible detectar si un líder está mejorando en competencias críticas o si, por el contrario, algunas áreas presentan estancamiento o retroceso. Este análisis ayuda a entender el impacto real de las intervenciones implementadas, como capacitaciones o coaching, y a detectar posibles barreras que están limitando el crecimiento.

2. Validación del compromiso con el desarrollo Una mejora sostenida en el tiempo refleja un compromiso genuino del líder con su desarrollo profesional y personal. Esto también puede fortalecer la confianza del equipo y de la organización en la capacidad de cambio de ese líder. Por otro lado, la falta de avances puede ser una señal para replantear estrategias, buscar nuevas metodologías o reconsiderar el rol que ocupa la persona.

3. Ajuste de planes de desarrollo individual y organizacional Los aprendizajes extraídos de comparaciones sucesivas permiten refinar los planes de desarrollo individual (PDI) de manera dinámica. Las acciones que no han dado resultados pueden ser modificadas o reemplazadas, y se pueden establecer nuevos objetivos para las áreas que ya mostraron progreso. A nivel organizacional, estos datos orientan la priorización de competencias a fortalecer y permiten optimizar la inversión en formación y desarrollo.

4. Comprensión de la evolución cultural y de liderazgo Los cambios en los resultados agregados a lo largo del tiempo también reflejan la madurez cultural y la efectividad del liderazgo en la organización. Por ejemplo, una mejora generalizada en competencias vinculadas con la comunicación abierta o la colaboración puede indicar que la organización avanza hacia una cultura más participativa y confiable.

5. Detección temprana de riesgos y oportunidades El seguimiento longitudinal posibilita identificar líderes que presentan señales de desgaste, desmotivación o desempeño decreciente, permitiendo actuar oportunamente con programas de apoyo o reubicaciones estratégicas. Asimismo, revela talentos emergentes que consolidan fortalezas, facilitando la identificación de futuros líderes para la sucesión.

6. Fortalecimiento del diálogo y la auto-reflexión La comparación entre evaluaciones en diferentes periodos fomenta una cultura de auto-reflexión continua y conversación abierta entre evaluados y sus supervisores o coaches. Los líderes pueden visualizar con mayor claridad su progreso, celebrar avances y entender con honestidad los nuevos desafíos, facilitando un aprendizaje más profundo y sostenido.

7. Medición del impacto de cambios organizacionales En períodos donde la empresa atraviesa transformaciones significativas —como restructuraciones, fusiones o cambios estratégicos—, comparar los resultados 360 permite evaluar cómo estos afectan el liderazgo y el clima laboral. Así, se pueden diseñar intervenciones específicas para acompañar el cambio y mitigar impactos negativos.

8. Aumento de la credibilidad y aceptación del proceso Cuando los colaboradores perciben que la evaluación 360 no es un ejercicio aislado, sino una práctica recurrente con resultados visibles, aumenta la confianza y la legitimidad del proceso. Esto reduce la resistencia y motiva una participación más auténtica y comprometida en futuras evaluaciones.

9. Mejora en la calidad del feedback Con el tiempo, la calidad del feedback tiende a mejorar, ya que los evaluadores se familiarizan con el formato y las expectativas. Esto produce datos más precisos y útiles, lo que a su vez enriquece los planes de desarrollo y fortalece la cultura de retroalimentación.

10. Integración con otras métricas de desempeño Finalmente, comparar evaluaciones 360 en varios periodos facilita la correlación con otras métricas organizacionales, como indicadores de productividad, rotación, satisfacción laboral o resultados financieros. Esto contribuye a construir un modelo más completo y basado en evidencia para la gestión del talento.

Conclusión Comparar evaluaciones 360 a lo largo del tiempo es fundamental para transformar un ejercicio puntual en un proceso estratégico de aprendizaje y mejora continua. Este enfoque permite a las organizaciones identificar tendencias, ajustar planes y fortalecer tanto el liderazgo como la cultura, generando valor sostenible y resultados tangibles.



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¿Qué diferencias existen entre una evaluación 360 y una tradicional evaluación de desempeño?



La evaluación 360 y la evaluación tradicional de desempeño son dos herramientas distintas que persiguen el objetivo común de mejorar el rendimiento y el desarrollo profesional dentro de una organización. Sin embargo, sus enfoques, metodologías y alcances presentan diferencias sustanciales que impactan no solo en la calidad de la información que proveen, sino también en la cultura organizacional que fomentan.

1. Fuente del feedback La diferencia más notable es la multiplicidad de fuentes en la evaluación 360. Esta incorpora retroalimentación de diferentes actores que interactúan con el evaluado: superiores, pares, subordinados e incluso clientes o proveedores. La evaluación tradicional, en cambio, suele basarse principalmente en la opinión del jefe directo, lo que limita la visión a una perspectiva jerárquica.

2. Alcance del análisis La evaluación tradicional tiende a enfocarse en el cumplimiento de objetivos específicos y resultados tangibles relacionados con el puesto, con un sesgo hacia el rendimiento medible. La evaluación 360 amplía su foco, evaluando también competencias blandas, habilidades interpersonales, comportamientos y actitudes, permitiendo una mirada más integral del desempeño.

3. Propósito Mientras que la evaluación tradicional frecuentemente se utiliza para decisiones administrativas como promociones, aumentos salariales o bonificaciones, la evaluación 360 se orienta mayoritariamente al desarrollo y crecimiento personal. El feedback 360 busca generar conciencia sobre fortalezas y áreas de mejora desde múltiples ángulos, promoviendo una cultura de aprendizaje continuo.

4. Frecuencia y dinámica Las evaluaciones tradicionales suelen ser periódicas, con ciclos anuales o semestrales, y son gestionadas por el área de Recursos Humanos. La evaluación 360, debido a su complejidad y necesidad de confidencialidad, puede aplicarse con menor frecuencia y requiere un proceso más cuidadoso de diseño y comunicación.

5. Profundidad del feedback El feedback en la evaluación tradicional es generalmente más directo y formal, limitado a la relación superior-subordinado. La evaluación 360 permite una retroalimentación más rica y diversificada, incluyendo percepciones que pueden no ser evidentes para el jefe, lo que contribuye a un diagnóstico más completo.

6. Impacto cultural La evaluación 360 fomenta una cultura de retroalimentación abierta, colaborativa y multidireccional. En cambio, la evaluación tradicional suele reforzar jerarquías y relaciones unidireccionales, limitando la comunicación y el aprendizaje colectivo.

7. Complejidad y recursos La implementación de una evaluación 360 requiere una mayor inversión en tiempo, tecnología y capacitación, dada la necesidad de anonimato, análisis de datos y seguimiento. La evaluación tradicional es más simple y rápida de aplicar, pero puede carecer de profundidad y objetividad.

8. Riesgos La evaluación tradicional puede ser vulnerable a sesgos del evaluador único, falta de objetividad y favoritismos. La evaluación 360 reduce estos riesgos al multiplicar las perspectivas, pero enfrenta desafíos en la gestión de confidencialidad y en la interpretación de feedback divergente.

9. Retroalimentación y seguimiento El seguimiento en la evaluación tradicional es más estructurado y dirigido por el jefe inmediato. En la evaluación 360, el seguimiento suele ser más colaborativo, con la intervención de coaches o facilitadores externos que acompañan el desarrollo integral del evaluado.

10. Adecuación al contexto Cada tipo de evaluación es más adecuado para determinados contextos. La evaluación tradicional puede funcionar en estructuras jerárquicas simples y entornos con menos cultura de feedback. La evaluación 360 es más efectiva en organizaciones que buscan fomentar el liderazgo distribuido, la innovación y la mejora continua.

Conclusión La elección entre una evaluación 360 y una evaluación tradicional no es cuestión de mejor o peor, sino de propósito, contexto y madurez organizacional. La evaluación 360 ofrece una mirada integral y fomenta una cultura de desarrollo más rica y dinámica, mientras que la evaluación tradicional mantiene su vigencia por su simplicidad y enfoque en resultados específicos. Comprender estas diferencias permite a los líderes seleccionar y diseñar la herramienta más alineada con sus objetivos estratégicos.



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¿Cómo responder una organización ante un mal resultado de evaluación 360 de un líder clave?



El mal resultado en una evaluación 360 de un líder clave representa un desafío estratégico y operativo para cualquier organización. La reacción adecuada no solo afecta al individuo evaluado, sino que también impacta en la cultura organizacional, la moral del equipo y la efectividad de la gestión del talento. Manejar esta situación con criterio y sensibilidad es fundamental para transformar la crisis en una oportunidad de crecimiento y mejora sostenible.

1. Analizar el contexto y validar los resultados El primer paso ante un mal resultado es contextualizar la evaluación. No se trata de aceptar los datos de forma literal, sino de analizarlos considerando variables como el momento organizacional, los cambios recientes, la relación con los evaluadores y la madurez del proceso. En algunos casos, pueden existir sesgos o malentendidos que deben ser identificados antes de tomar decisiones.

2. Preparar un espacio de diálogo confidencial Es fundamental que el líder evaluado reciba el feedback en un ambiente seguro y confidencial. Esta conversación debe ser facilitada por un coach profesional o un miembro de RRHH capacitado, que garantice que la devolución sea constructiva y orientada al desarrollo, evitando juicios punitivos. La transparencia y empatía en esta etapa son clave para que el líder se sienta apoyado y motivado.

3. Identificar causas raíz y áreas prioritarias Más allá de las evidencias superficiales, es necesario profundizar en las causas que explican el mal desempeño percibido. Esto puede involucrar factores personales, falta de competencias específicas, problemas de liderazgo situacional o incluso tensiones culturales internas. La identificación clara de estas causas permite diseñar intervenciones focalizadas y efectivas.

4. Construir un plan de mejora personalizado Con base en el análisis, se debe desarrollar un plan de acción que aborde las áreas críticas identificadas. Este plan puede incluir coaching ejecutivo, formación en habilidades específicas, acompañamiento en gestión emocional o incluso cambios temporales en las responsabilidades. La personalización del plan es esencial para que el líder perciba que la organización invierte en su crecimiento y no solo lo evalúa.

5. Establecer mecanismos de seguimiento y apoyo El acompañamiento no debe limitarse a la entrega del plan, sino que debe incluir revisiones periódicas, evaluación de avances y ajustes cuando sea necesario. Los líderes necesitan sentirse respaldados por la organización durante el proceso, lo que contribuye a mantener la motivación y la responsabilidad en la mejora continua.

6. Comunicar con transparencia al equipo, si corresponde En algunas situaciones, especialmente cuando el líder está muy expuesto o su desempeño impacta en el equipo directamente, es recomendable gestionar la comunicación interna para evitar rumores y fortalecer la confianza. Esto debe hacerse con cuidado, respetando la confidencialidad y mostrando un compromiso claro de la organización con el desarrollo de sus líderes.

7. Evaluar el impacto en la organización Es importante monitorear cómo afecta el mal resultado en la dinámica del equipo y en los resultados operativos. Si el impacto es significativo, la organización debe considerar acciones complementarias, como apoyo al equipo, ajustes en la estructura o refuerzo del liderazgo en otras áreas.

8. Reflexionar sobre el sistema de evaluación Un mal resultado también puede indicar oportunidades de mejora en el proceso 360 mismo: claridad en las competencias evaluadas, calidad del feedback o alineación con los objetivos estratégicos. La organización debe aprovechar esta experiencia para ajustar y fortalecer la herramienta.

9. Balancear la exigencia con la empatía Gestionar un mal resultado requiere un equilibrio entre la exigencia por la mejora y la empatía hacia el líder. Presionar sin apoyo puede generar desmotivación o rotación, mientras que la complacencia limita el desarrollo. La clave está en acompañar con firmeza, ofreciendo recursos y confianza.

10. Aprender y capitalizar la experiencia Finalmente, la organización debe institucionalizar el aprendizaje derivado de esta experiencia. Compartir casos, mejores prácticas y resultados fortalece la cultura de feedback y desarrollo, convirtiendo una situación adversa en una fuente de evolución para todos.

Conclusión Un mal resultado en la evaluación 360 de un líder clave es una señal que requiere atención estratégica y humana. La respuesta adecuada combina análisis riguroso, acompañamiento personalizado y cultura organizacional enfocada en el crecimiento. Gestionada correctamente, esta situación puede potenciar al líder y fortalecer la organización.





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¿Qué indicadores de salud organizacional pueden derivarse de un 360 bien aplicado?



La evaluación 360, más allá de ser una herramienta individual para el desarrollo del talento, puede convertirse en una fuente estratégica de indicadores que reflejan la salud organizacional. Cuando se implementa con rigor y análisis profundo, aporta datos valiosos sobre dinámicas internas, cultura, liderazgo y clima, elementos esenciales para anticipar riesgos y potenciar oportunidades.

1. Calidad y coherencia del liderazgo Los resultados agregados de evaluaciones 360 permiten identificar patrones en el liderazgo dentro de la organización. Por ejemplo, si la mayoría de los líderes presentan puntuaciones bajas en competencias como comunicación efectiva o gestión del cambio, esto puede indicar una debilidad sistémica que afecta la capacidad de la empresa para adaptarse y evolucionar.

2. Nivel de confianza y apertura al feedback Un alto nivel de participación y feedback honesto en el proceso refleja una cultura organizacional madura, donde las personas confían en el sistema y en sus líderes. Por el contrario, baja participación o feedback superficial puede señalar desconfianza o temor, alertando sobre posibles problemas de clima laboral.

3. Colaboración y trabajo en equipo Las competencias evaluadas en un 360 incluyen aspectos de colaboración, respeto y trabajo en equipo. Los resultados permiten detectar si existen silos o conflictos interpersonales que pueden estar afectando la productividad y el bienestar colectivo.

4. Gestión del cambio y adaptabilidad En entornos dinámicos, la capacidad de adaptarse es clave. Si las evaluaciones indican debilidades recurrentes en gestión del cambio, resiliencia o innovación, la organización debe focalizar esfuerzos en fortalecer estas áreas para mantener su competitividad.

5. Clima laboral y motivación El análisis cualitativo de comentarios en el 360 aporta insights sobre el clima laboral. Temas como reconocimiento, apoyo, o sobrecarga pueden emerger, permitiendo a RRHH y liderazgo actuar de manera preventiva.

6. Alineación con valores organizacionales Un 360 bien diseñado incluye la evaluación del compromiso con los valores corporativos. La coherencia entre la práctica diaria y los valores declarados es un indicador clave de salud cultural y ética empresarial.

7. Capacidades para el liderazgo futuro Los resultados ayudan a identificar fortalezas y brechas en competencias que serán críticas para los desafíos futuros, como liderazgo inclusivo, gestión de la diversidad y pensamiento estratégico, facilitando la planificación de sucesión y desarrollo.

8. Rotación y retención de talento Aunque no es un indicador directo, la evaluación 360 correlacionada con métricas de rotación permite identificar si problemas en el liderazgo están afectando la retención, abriendo la puerta a intervenciones tempranas.

9. Efectividad de la comunicación interna La evaluación de competencias vinculadas a la comunicación revela si existen barreras o deficiencias que pueden estar generando malentendidos, rumores o desalineación entre áreas.

10. Innovación y apertura a nuevas ideas La percepción de los colaboradores sobre la disposición del liderazgo para escuchar y fomentar la innovación puede ser medida a través del 360, aportando información valiosa para fomentar culturas ágiles y creativas.

Conclusión Los indicadores derivados de una evaluación 360 bien aplicada ofrecen una visión profunda y multidimensional de la salud organizacional. Su análisis permite anticipar riesgos, diseñar intervenciones focalizadas y fortalecer la cultura, posicionando a la organización para enfrentar desafíos con liderazgo y resiliencia.





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¿Cómo comunicar los resultados 360 sin generar efectos colaterales negativos?



Comunicar los resultados de una evaluación 360 es una etapa crítica que puede determinar el éxito o fracaso del proceso. Una comunicación mal gestionada puede generar desmotivación, resistencia o conflictos internos, mientras que una adecuada fomenta la reflexión, el compromiso y el desarrollo. Por ello, es fundamental planificar cuidadosamente cómo, cuándo y a quién se entregan los resultados.

1. Preparar a los evaluados para recibir feedback Antes de compartir los resultados, es vital preparar a los líderes para que entiendan que la evaluación 360 es una herramienta de desarrollo, no un juicio. Esto implica capacitarlos en habilidades de recepción de feedback, gestión emocional y auto-reflexión, ayudándolos a adoptar una actitud constructiva y abierta.

2. Contextualizar los resultados dentro de un proceso de desarrollo Los resultados deben ser presentados como parte de un proceso continuo de mejora, no como un evento aislado o definitivo. Es importante destacar que el feedback es un insumo para diseñar planes de acción y no una sentencia final, lo que disminuye la ansiedad y la percepción de amenaza.

3. Utilizar un lenguaje claro, objetivo y respetuoso La comunicación debe evitar tecnicismos excesivos, juicios subjetivos o críticas directas. Es preferible utilizar un lenguaje que describa comportamientos observables y su impacto, facilitando la comprensión y aceptación. Por ejemplo, en lugar de decir “falta de liderazgo”, se puede expresar “oportunidad para fortalecer la toma de decisiones en equipo”.

4. Entregar feedback en formato individual y confidencial Cada evaluado debe recibir su informe en un entorno privado, preferentemente acompañado por un coach o responsable de desarrollo que pueda ayudar a interpretar los datos y responder preguntas. Esto protege la confidencialidad y crea un espacio seguro para la reflexión.

5. Priorizar áreas clave para evitar sobrecarga Los informes 360 suelen contener gran cantidad de información. Para evitar que el evaluado se sienta abrumado, es recomendable destacar las áreas más relevantes, priorizando competencias críticas y ejemplos concretos que sean manejables y accionables.

6. Enfocar la conversación en fortalezas y oportunidades Para equilibrar la percepción, es importante resaltar tanto los puntos fuertes como las áreas de mejora. Reconocer logros genera motivación y reduce la resistencia, mientras que identificar oportunidades con un enfoque constructivo promueve la disposición al cambio.

7. Evitar comparaciones negativas con otros evaluados La presentación no debe incluir comparaciones directas que puedan generar competencia tóxica o sentimientos de inferioridad. El feedback es personal y debe enfocarse en el desarrollo individual, respetando la diversidad de roles y contextos.

8. Facilitar el diseño conjunto de un plan de acción La entrega de resultados debe ir acompañada de una sesión de trabajo para co-crear un plan de desarrollo personalizado. Esto transforma el feedback en compromiso activo y convierte la evaluación en un proceso transformador.

9. Controlar la difusión interna de resultados La organización debe establecer normas claras sobre la confidencialidad y manejo de los resultados 360, evitando filtraciones o rumores que puedan afectar la confianza en el proceso.

10. Monitorizar reacciones y ofrecer soporte emocional Después de la comunicación, es importante estar atento a las reacciones del evaluado, brindando apoyo y acompañamiento si surgen emociones intensas o resistencias, mediante coaching o asesoría profesional.

Conclusión Comunicar los resultados de una evaluación 360 requiere sensibilidad, claridad y estrategia. Cuando se realiza adecuadamente, fortalece la confianza, impulsa el desarrollo y consolida una cultura de feedback saludable, evitando los efectos colaterales que pueden poner en riesgo la efectividad del proceso.



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¿Qué técnicas de coaching se alinean mejor con los resultados de una evaluación 360?



El coaching es un complemento esencial para maximizar el impacto de la evaluación 360, ya que traduce el feedback en acciones concretas de desarrollo y cambio. Elegir las técnicas adecuadas de coaching permite al líder integrar el aprendizaje, superar resistencias y fortalecer sus competencias de manera sostenible y efectiva.

1. Coaching basado en fortalezas Esta técnica se centra en potenciar las competencias y comportamientos positivos identificados en la evaluación 360. Al enfocarse en lo que el líder hace bien, se genera motivación y confianza para afrontar áreas de mejora, promoviendo un desarrollo equilibrado y positivo.

2. Coaching de desarrollo de competencias específicas Cuando la evaluación 360 señala brechas claras en competencias concretas (como comunicación, gestión del cambio o liderazgo de equipos), el coaching puede diseñar sesiones focalizadas para trabajar habilidades prácticas, incluyendo role-playing, simulaciones y feedback en tiempo real.

3. Coaching sistémico El coaching sistémico aborda al líder dentro del contexto organizacional, considerando las dinámicas de equipo, cultura y relaciones de poder. Esto es especialmente útil cuando la evaluación 360 refleja desafíos relacionados con el entorno y las interacciones, ayudando a desarrollar una visión más amplia y estrategias de influencia.

4. Coaching emocional Dado que el feedback 360 puede generar reacciones emocionales intensas, el coaching emocional ayuda a gestionar estas respuestas, desarrollar inteligencia emocional y construir resiliencia. Esto facilita la apertura al cambio y mejora la autogestión.

5. Coaching transformacional Esta técnica busca un cambio profundo en las creencias, valores y estilos de liderazgo del evaluado, alineándolos con la visión estratégica de la organización. Es adecuada cuando la evaluación 360 evidencia la necesidad de una evolución cultural o de liderazgo significativa.

6. Coaching basado en objetivos SMART Con resultados claros del 360, el coaching puede guiar la definición y seguimiento de objetivos específicos, medibles, alcanzables, relevantes y con tiempo definido, facilitando la concreción del plan de desarrollo y el monitoreo de avances.

7. Coaching de feedback continuo Promueve una cultura donde el líder aprende a dar y recibir retroalimentación de manera habitual, mejorando su capacidad de comunicación y relación con el equipo, aspectos fundamentales reflejados en las evaluaciones 360.

8. Coaching de liderazgo consciente Ayuda al líder a desarrollar autoconciencia, presencia y autenticidad, cualidades que mejoran significativamente la percepción que otros tienen sobre su estilo de liderazgo, aspectos clave en cualquier evaluación 360.

9. Coaching de resiliencia y gestión del estrés En contextos de alta presión, esta técnica apoya al líder para manejar el estrés y mantener un desempeño equilibrado, lo cual puede reflejarse en mejores evaluaciones en competencias emocionales.

10. Coaching para la gestión del cambio Facilita la adaptación y la capacidad de liderar procesos de cambio, competencias que suelen ser críticas en las evaluaciones 360 en organizaciones dinámicas.

Conclusión Las técnicas de coaching más efectivas para acompañar los resultados de una evaluación 360 son aquellas que combinan desarrollo de competencias técnicas, gestión emocional y transformación sistémica. Seleccionar y aplicar la técnica adecuada según las necesidades detectadas potencia el aprendizaje, fortalece el liderazgo y asegura que el feedback se traduzca en resultados tangibles para la organización.



🧾 Resumen Ejecutivo La evaluación 360 es una herramienta estratégica de gran valor para las organizaciones modernas, especialmente cuando se integra de manera efectiva con los planes de desarrollo individual (PDI). Este proceso multidimensional no solo proporciona una visión completa del desempeño y competencias del líder, sino que también se convierte en la base para diseñar planes personalizados y alineados con los objetivos estratégicos de la empresa.

Los errores comunes en la implementación de la evaluación 360, como la falta de preparación emocional, uso punitivo del feedback o ausencia de seguimiento, pueden comprometer su eficacia. Por ello, gestionar la resistencia interna con empatía, claridad y liderazgo comprometido es fundamental para el éxito del proceso.

Convertir los resultados del 360 en planes de acción concretos requiere un análisis integral de datos, priorización de áreas de mejora, establecimiento de objetivos SMART y un acompañamiento continuo que garantice avances reales.

La comparación longitudinal de evaluaciones 360 aporta aprendizajes clave sobre tendencias de desarrollo, compromiso con el crecimiento y evolución cultural, lo que convierte esta herramienta en un sistema de monitoreo y mejora continua.

A diferencia de la evaluación tradicional, la 360 amplía la fuente del feedback, fomenta una cultura de retroalimentación multidireccional y aporta una mirada más integral del desempeño, aunque implica mayor complejidad en su gestión.

Ante un mal resultado en un líder clave, la organización debe actuar con análisis riguroso, diálogo confidencial, planes personalizados y seguimiento constante, equilibrando exigencia y empatía para transformar el desafío en oportunidad.

Además, los indicadores derivados de una evaluación 360 bien aplicada permiten medir la salud organizacional en aspectos críticos como liderazgo, confianza, colaboración, adaptabilidad, clima laboral y alineación con valores.

La comunicación de los resultados debe ser planificada con sensibilidad, claridad y respeto, preparando a los evaluados, priorizando información, entregando feedback en espacios privados y facilitando el diseño conjunto de planes de mejora para evitar efectos negativos.

Finalmente, el coaching alineado con los resultados 360, que combina desarrollo de fortalezas, gestión emocional y transformación sistémica, potencia la integración del feedback y asegura que las mejoras se traduzcan en resultados concretos para la organización.

En síntesis, la evaluación 360 bien diseñada y gestionada se convierte en un motor de desarrollo del liderazgo y transformación cultural, generando beneficios claros y sostenibles para las organizaciones que apuestan por la excelencia en su gestión del talento.





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Preguntas frecuentes sobre el Sistema de control de asistencia

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